lunes, 15 de marzo de 2010

Resolviendo el problema de la Parada

Comentábamos no hace tanto cómo las matemáticas y las ciencias de la computación nos mostraron uno de los límites de la inteligencia humana con un simple problema: El problema de la Parada de Allan Turing. Si bien lo enunciamos de una forma muy simplificada, su conclusión sigue siendo la misma: es imposible conocer si un evento es o no finito.
Pero quizás, como en el caso anterior, la respuesta de un niño nos de la luz a este problema.
Imaginémonos explicando este problema a un pequeño de no más de 9 años, le enseñamos un reloj, un complejo mecanismo formado por cientos, miles de engranajes sincronizados a la perfección.
Sus ojos se abren asombrados por la perfección de la maquinaria y nosotros, sonriendo le retamos:
-¿Sabrías decirme si una vez arrancada esta máquina se detendrá o funcionará para siempre empujada por las fuerzas del Universo?
El joven nos miraría extrañado y con un lenguaje simple que a continuación os traduzco nos respondería:
-Eso es fácil, la maquina funcionará cuando yo la encienda y se detendrá cuando yo la pare.
-Pero, -le respondería- y si no se para...
-Qué tontería, siempre la podré romper de un manotazo.
Y en estas pocas palabras se reduce una solución efectiva al problema de la parada que derrumba el pilar que era la afirmación de uno de los límites de nuestra inteligencia.
Todo se reduce a nuestra percepción del Universo, no importa que la máquina nunca se detenga, porque somos nosotros los que tenemos el poder primero de arrancarla y después de detenerla.
El poder que un niño asume con normalidad y que el hombre olvidó hace años.
Nos vemos Navegantes

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