lunes, 9 de noviembre de 2009

La Inteligencia Emocional

Memoria, capacidad de análisis, abstracción, son características que sabemos están dentro de la inteligencia, pero ¿qué es eso tan de moda conocido como Inteligencia Emocional?
En los últimos años han proliferado cursos y libros que tratan el tema de la Inteligencia Emocional y sus misterios, parece que la psicología nos ha abierto un nuevo frente que tratar: La capacidad de relacionarse.
Y es que la inteligencia emocional no es más que eso, la capacidad de relacionarse ya sea con uno mismo como con los demás.
En la Inteligencia Emocional se da gran importancia a cómo nos vemos, a cómo somos capaces de aceptar nuestras limitaciones y desarrollar aquellos aspectos que nos hacen diferentes (y no necesariamente mejores) que los demás. El desarrollo del Ego se presenta como piedra angular del desarrollo de las capacidades mentales del sujeto.
En el caso de las relaciones con otras personas, en este caso, se hace referencia a la capacidad de empatizar, de formar coaliciones para trabajar en equipo, de influir e integrar equipos en los que se desea alcanzar un objetivo común. La segunda pieza de este puzle emocional se refiere precisamente a algo en lo que los grandes genios suelen fallar: No ser un aislado social, un freak.
Como vemos, este tipo de inteligencia no es tan nuevo ya que todos conocen la importancia de estos factores en el desarrollo del indivíduo, lo que sí es novedoso es la forma de llamarla “Inteligencia” y sobretodo en la importancia que se le da actualmente por los expertos tanto psicólogos como neurólogos.
La razón: las grandes capacidades del cerebro nunca serán si existe falta de confianza o motivación de superación personal.
Del mismo modo surge una nueva inteligencia colectiva que se genera a través de esta inteligencia emocional, en la que el trabajo en equipo produce resultados más importantes que un trabajo individual. Computacionalmente un claro ejemplo son los clústeres de ordenadores de bajo rendimiento-coste, los cuales al unirse y distribuirse el trabajo según las capacidades individuales de cada uno consiguen rendimientos superiores a los de sistemas de última tecnología y alto coste.
Pocas veces medimos la inteligencia de alguien por su capacidad de ser social, por su habilidad de convivir en el sistema y aportar lo mejor de ellos mismos aunque ese aporte sea pequeño.
Quizás la capacidad de sobrevivir sea la auténtica inteligencia...
Nos vemos navegantes.

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