El Hombre. Una especie Única

Hace más de 15 millones de años, un homínido miró el ocaso y al ocultarse en su cueva se preguntó que ocurriría si el sol no volvía a salir. El miedo le hizo pasar la noche más larga de su existencia mientras sus compañeros dormían plácidamente sin ser conscientes de lo que podría ocurrir, de que el fin se acercaba inexorablemente para que la oscuridad y la nada abarquen el cosmos infinito.

Esa noche terminó y los miedos se disiparon hasta el siguiente atardecer, y así nació en el hombre la consciencia del final de la vida, de su propia extinción.

El ser humano ha evolucionado durante siglos, milenios y esa idea siempre nos ha perseguido. El fin se acerca... ¿el fin o el principio?.

Sea como sea ese final, como hemos comentado en estos días, parece que seguiremos siendo protagonistas de nuestra propia historia. El hombre es capaz de hacer grandes males, en eso no hay discusión.

Pero no todo es así. No debemos olvidar aquello que SÍ nos hace diferentes, eso que nos convierte en una especie única. Aquello que hace sentir envidia a los Dioses cuando nos visitan.

Sólo nosotros fuimos capaces de crear a Peter Pan, de soñar con las estrellas, de surcar los mares del sur sintiendo la libertad en nuestro rostro. Sólo nosotros lloramos al ver un amanecer después de una larga noche de trabajo, de sentir un escalofrío al mirar el sol en su ocaso tras las montañas nevadas del Oeste.

Sólo el hombre puede sacar de las cuerdas de una guitarra sentimientos y emociones. De reflejar en un lienzo fantasías inimaginables de mundos por descubrir. Sólo el hombre venció al Dragón, sólo el hombre vio nacer a las estrellas en los ojos del ser amado.

Somos grandes y tenemos poder a veces para el mal, pero también para el bien. No ovidemos lo que somos. No desoigamos a nuestro corazón.

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