Al ser humano le gusta clasificar, cuantificar y controlar todo cuanto se le pone a su alcance y la inteligencia no iba a ser menos, test de inteligencia o pruebas de agilidad mental son algunos de los nombres que usamos para unos compendios de ejercicios pretenden decirnos como de capaces somos.
No obstante, y como hemos visto estos días, la inteligencia no es un concepto fácil de medir.
Mucho se dice sobre coeficientes de inteligencia, sobre si tal o cual genio tenían altas puntuaciones en pruebas psicotécnicas específicas para conocer la capacidad de nuestras mentes. Pero ¿se pueden tomar en serio estas mediciones?...
La respuesta que dan los expertos es tajante y clara: NO (aunque con matices).
El problema, nos indican, radica en que es difícil medir algo que no sabemos exactamente por qué está compuesto o qué habilidades la forman. Miremos como miremos nuestro pensamiento, su estructura es demasiado compleja por lo que, con toda certeza, podemos decir que en la actualidad y con lo que conocemos, la Inteligencia Humana no es cuantificable. Pero estos test no son del todo inútiles, todo lo contrario, son muy efectivos si se usan para aquello para lo que fueron diseñados...y ese es el famoso matiz.
Hace unos pocos años, el gobierno británico preocupado en el funcionamiento óptimo del sistema público de enseñanza, propuso a un psicólogo que creara un procedimiento para separar aquellos alumnos que tuvieran dificultades de aprendizaje, de este modo se podría dedicar más recursos a quienes más lo necesitaran y de este modo mejorar el nivel educativo del país. Es decir, los famosos test de Inteligencia no sirven para detectar inteligencia, sino para detectar dificultad en procesos de aprendizaje.
Con estos test, muy usados incluso por empresas en sus procesos de selección, sólo podemos conocer si alguien carece de capacidad suficiente para resolver problemas de índole lógica, matemática, nemotécnica o espacial. Podemos detectar si alguien debe ejercitar o trabajar una de estas facetas y por lo tanto mejorar su “inteligencia”, lo que no podemos hacer es dar un número que dictamine cuan inteligente es esa persona.
El origen de esta confusión, como siempre, fue un pequeño detalle propagandístico: el nombre que se le dio a estas pruebas.
Test de inteligencia es un nombre que suena muy bien, que llega al público y que, como hemos visto, con el paso de los años se ha instalado en el conocimiento colectivo. Si quizás lo hubieran llamado pruebas de detección de lagunas en la formación y educación para su refuerzo nunca hubiéramos intentado medir con un número nuestra capacidad de soñar, crear, conocer... pero esas son demasiadas palabras para aquellos inteligentes que creen medir aquello que nos hizo mirar las estrellas e imaginar el Universo.
Nos vemos Navegantes.